Te pido perdón de antemano, se que te ofenderé. No te sentará bien, pero gracias a Dios empiezo a conocerme, a saber cuáles son mis puntos, putos puntos, débiles.
Nos cruzaremos y, la alegría de ese momento alcohólico acabó en triste resaca dominical, aparecerá ese ser tímido, calvo y gordo. Pasaremos del "¡qué es de tu vida? a un "...hasta luego..." que casi ni se oirá.
Luego para evitar que me trague la tierra subiré al volumen del ipod y me encenderé un cigarro. Pensaré que la próxima vez sacaré pecho 15 metros antes, sonreiré y conseguiré frenar mi cuerpo en el momento preciso para decirte un... "¡qué alegría verte!", que por su puesto acabará en un cine, un café, o una cena.
Todo será perfecto, tú , yo, las entradas, el café y el vino. Quedaremos 18 millones de días, y la nieve y la lluvia no podrán detenernos. EL colegio será muy bueno, igual que lo cursos anglosajones de 2 meses. Por no hablar de los médicos o arquitectos, publicistas de renombre y economistas de alto standing.
El jardín tendrá una mesa redonda de bambú, para los desayunos, y una mesa alargada con diez o doce sillas, para las largas comidas con sobremesa incluida.
New York, París y Roma serán destinos semestrales de descanso y pasión. Seguramente una tercera, o cuarta, casa en el extranjero ayudará a desconectar y gastar todos esos ceros que ocuparán demasiado espacio en un rectángulo plástico.
Después "próxima estación..." y me empaparé con la lluvia de abril, subiré 15 escaleras, abriré una puerta oxidada, preparé un plato precocinado y me moriré viendo algún triste programa con poco sentido y muchos gritos.
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