La sensación de inmortalidad es tal que hace que habitualmente digamos que no tememos a la muerte. Afirmarlo es sencillo, creerlo casi imposible.
El ser humano es infinito, pero no su vida en la tierra, por eso me quedo más tranquilo cuando nos abandona alguien, pero demasiado intranquilo cuando pienso en mi vida.
Seguramente es la ecuación más difícil, deseos y voluntad andan por caminos distintos, sin soluciones ni incógnitas.
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