Me encanta el invierno. El día se puede dividir claramente entre mañana tarde y noche. No como esos días eternos, y esas imitaciones de madrugadas.
El frio me congela hasta los huesos. Se me cortan 1 vez al año los labios. Me duelen las rodillas... pero la cabeza y el corazón se encienden como nunca. Eso es un buen otoño, una buena pre-navidad.
Imagino algún futuro no muy lejano que nunca se cumple, y calculo con alguna extraña fórmula, lo que traerá, el nuevo año (claramente no es la correcta...nunca acierto el resultado).
Pero también me sueño en una esquina madrileña, pisoteado en esta ciudad de gigantes. Me sueño solo y triste (me sueño, no lo estoy), y recuerdo conversaciones pasadas que quisiera muy lejanas. Antiguas caricias y gestos que duelen de vez en cuando. Anhelos, deseos, y sobretodo miedos presentes.... encarnados en el pasado.
Será que esos sentimientos, dolores y sueños, me hacen sentir vivo... o muerto... pero me hacen sentir.
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